sábado, 4 de abril de 2009

Confesiones de otoño

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Anna Netrebko, una belleza de mujer.


En otro orden de cosas:

Escribir sobre realidades objetivas es una tarea compleja porque tal objetividad no existe, o existe y es inabordable o existe y yo no la puedo abordar. El hecho concreto es que a lo largo de cualquiera de mis discursos, el objeto del texto se transforma caóticamente, pasando por tenues desviaciones hasta llegar a ser antagónico al objeto primero y aún hasta perder el interés que para mí tenía. Una esperanza de hace algunos años, es la de que al encaminarme en una carrera como es el caso de Filosofía, es decir al concluir esta carrera, sea portador de unos principios tan sólidos que hagan que la escritura sea posible.
¿Por qué escribir sobre la realidad? Porque no me interesa el desarrollo literario en otro ámbito que no sea el de la realidad que vivo, porque aún metafórica o alegóricamente mis escritos siempre se están refiriendo a mis vivencias. Porque siento que lo único importante es mi vida, y no puedo distraerme un minuto de ella so pena de perder cualquier oportunidad para hacerla más digna, más real.
Porque mi vida no es real, nuestra vida es irreal, vivimos socialmente contaminados por un deber ser irreal, tan irreal como el pretendido hecho comercial de que un celular mejora o dignifica nuestras vidas, o la creencia en el sacrificio para merecer la vida como propone el cristianismo; moral de esclavos que muy bien le viene a los señores capitalistas (los neo monarcas, los elegidos del dios sol) en busca de mano de obra obediente.
Entonces, es una tarea que me impongo, la de no ceder ante esta irrealidad y mantenerme siempre atento a las anestesias ideológicas que intenten imponerme. Pero hay un motivo más sincero para esta decisión de vida, y es que jamás he podido admitir que se le impongan direcciones a mi vida. Desde muy chico vengo sintiendo cierto deseo no explícito de ser, que con el paso de los años va configurándose a través de mis búsquedas y mis luchas. Ante un abanico de posibilidades, siempre escojo en la misma dirección, y las veces en que escogí mal lo supe desde el primer momento por un malestar de angustia muy intenso, debiendo desandar la elección.
Este determinismo ontológico que me configura tiene la siguiente forma: como primera premisa la tranquilidad ante todo acontecer, los pilares más drásticos del acontecer son los que atacan al “yo”; la muerte y el sufrimiento. Entonces, inmediatamente a continuación de aquella primera premisa, aparece la necesidad de incorporar la propia muerte y el sufrimiento a mi vida conciente como hechos irrevocables. Gran parte de mis escritos han sido producto de esta tarea de asumir la muerte y el sufrimiento.
Una vez alcanzada esta meta; mantener la tranquilidad ante la muerte y el sufrimiento inevitables, la vida se simplifica muchísimo. A partir de aquí aparece la posibilidad de asociarles valor a actividades tan simples como las de contemplar un paisaje o tararear alguna melodía. Porque sabemos que por más que el discurso mediático nos amenace con plazos a cumplir, con el deber ser que asoma en los horizontes nebulosos de las ventas de autos o celulares, nada podrán hacer para impedir que nuestros propios plazos se cumplan. Porque, en definitiva, esa verborragia mediática se aprovecha de nuestros miedos, para construirnos un universo evasivo, irreal, y así la prédica de los países hiper-productores, que acumulan capital para seguir invirtiendo en nuevas empresas que generen manos de obra, que a su vez generen mayores ganancias, como la propaganda que nos vende aparatos para lucir más jóvenes, cremas antiarrugas, vehículos último modelo, son todos modos de evadir la realidad última de nuestra especie biológica, la muerte y el sufrimiento. El que asume su muerte sabe lo poco que necesita en la vida para subsistir, para realizarse como ser humano.

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