miércoles, 25 de marzo de 2009

Un pequeño ensayo

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Yo amo a quien se avergüenza cuando el dado, al caer, le da suerte, y entonces se pregunta: ¿acaso soy yo un jugador que hace trampas? - pues quiere perecer.

Friedrich Nietzsche, “Así habló Zaratustra”



Es un jugador el que se pregunta por la propia trampa, no el sujeto moderno. Ya no hay aquí una identidad ontológica, sino simplemente un juego en el que se compromete firmemente el personaje (el jugador).
Pero es un ser de carne y hueso el que se compromete, a la vez que se presenta a sí mismo como un personaje, entonces: ¿se trata de un personaje o de un hombre de carne y hueso? Respuesta: se trata de las dos cosas a la vez.
Esta lógica contradictoria es la que ha sido inaugurada a la conciencia por Immanuel Kant. Pero a esta lógica de la contradicción, el hombre, en su historia, la ha ejercido permanentemente; o ya se hubiese extinguido porque no hubiera tolerado un minuto la existencia en un mundo coherente.
Al virar nuestras conciencias hacia el norte de nuestras posibilidades, Kant inaugura la primera contradicción explícita de esta lógica. Para la lógica aristotélica no podía ser posible que el mismo ente diera una respuesta sobre sí mismo, es con el kantismo que esto va a ser posible. La lógica clásica que se funda en los tres principios, a saber: identidad, tercero excluido, no contradicción; no puede admitir una proposición primera que no está asegurada por alguna autoridad externa al sujeto. Esta autoridad en Aristóteles era la del sabio en contacto con los dioses, o quizá la del sabio como alguien distinto del ser humano común y corriente, casi como un dios, exento de intereses, de apetitos, de falibilidad. Por lo tanto el hombre era igual a sí mismo y el conocimiento, que califica de no hombre a quien lo posee, no era patrimonio del hombre. Éste se limitaba a utilizar el conocimiento del sabio para deducir verdades formales.
Immanuel Kant nos descubre la posibilidad de ser hombres del conocimiento y no simples deducidores. Al establecer que el conocimiento humano tiene forma humana, en relación a la estructura de nuestra capacidad cognoscitiva, Kant pone al hombre como artífice y manipulador del conocimiento que consiste en reglas o modos de proceder, de cara al noúmeno.
Volviendo a la frase de Nietzsche, puede decirse que personaje y hombre de carne y hueso se hallan habitando mundos distintos a un mismo tiempo; en esto consiste la contradicción. Cómo es esto posible ya lo elucidamos en los párrafos precedentes; cambiando la estructura lógica, cambiando sus principios. Pero además, y esta es una segunda contradicción, hombre y personaje cohabitan un mismo mundo. Expliquemos: Frente al juego no nos va la vida, no nos jugamos la vida, el hombre está seguro y como refugiado en el personaje, pero al caer a cuenta de que personaje y hombre son uno, el hombre-personaje compromete su vida en el juego a sabiendas de que se trata de un juego. Esto último; saberse partícipe de un juego, es el logro del kantismo, es el juego de las reglas, ya no caben más penas para el jugador que las del derecho consuetudinario, o lo que es lo mismo, las reglas que hemos convenido en construir de cara al noúmeno. Convenir aquí parece seguir emparentado con la antigua lógica, pero es un convenio de hecho, las luchas de clases o facciones sociales dan lugar a tal estado de cosas.
En su magnífica frase Nietzsche además nos dice algo importantísimo, el hombre sospecha hasta de sí mismo porque no le interesa sospechar, porque quiere perecer, para que surja el superhombre. Sigue estando presente aquí la lógica de la contradicción. El superhombre no es el sabio de Aristóteles, es el hombre-personaje. El falible, el corrupto, pero al que su fortaleza moral le viene de esta conciencia de ser falible, corrupto, violento, pero también apacible, bondadoso y justo, eventualmente. Y sobre todo es superhombre porque asume su condición de habitante de una estrella más del infinito universo, o budín, o galleta. Aquí nos la pasamos jugando.






domingo, 22 de marzo de 2009

Mi derrotero

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Hay una lista de las mujeres de las que alguna vez me he enamorado: Suman diecisiete. De esa larga lista sólo cuatro de ellas han correspondido, aunque más no sea una noche, a mi amor: La vida es injusta.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Victor Jara

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jueves, 5 de marzo de 2009

Me niega la vida su disimulo de mí

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Alguien que le diga que se equivoca,
al rechazar mi presencia.
Porque me niega la vida su disimulo de mí.
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Alguien que la convenza de tardes pretéritas,
en que fui feliz por su sonrisa.
Tardes en que yo la hacía reír.
1
Alguien, que le lleve mi oración hasta su pedestal inocente
virgen de virginidad
santa de mis demonios.
1
Que le diga que estoy curando
de mis contramanos, y contrasentidos
que ahora puedo hablarle desde mí.
1
Porque sin ese alguien tendré que entender
que la vida es injusta
que se puede herir a quien se desea.
1
Porque si no, me quedará sólo pensar
que cual un puercoespín, mis púas lucen
mientras no se incrustan en manos propias.
1
Si el amor es fugaz
como una brisa, que apenas nos roza desaparece,
mi error consiste en resguardarme del viento.