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Hacer algo con mi vida y
relacionarme con las personas, son dos necesidades que surgieron en medio del
espanto. El horror me hace escribir y me hace hablar con personas. Verifico una
reacción a su contrario, que era hacia donde marchaba; al encierro total y a
seguir penando mi falta de proyecto vital.
El
psiquiatra llama a esto que me pasa bipolaridad, y tiene todo su sentido, un
sentido conductual. Si el yo es una mera cualidad psíquica, y cada ocurrencia
yoica no es una idea del ser, sino un efecto lingüístico de conexiones
neuronales, entonces este pasaje de un bienestar a un malestar anímico, que yo
vivo como siendo consecuencia de una concatenación de argumentos ontológicos,
bien podría explicarse de aquel modo: neuronas y neurotransmisores averiados.
Hacer
algo con mi vida se transformó en escribir asiduamente, subir al menos un
artículo por día a alguno de mis blogs, y charlar con las personas es hoy
brindarme a los vecinos, incluso los que no me caen muy bien, para charlar de
la vida.
Hace
un par de días que no puedo escribir, que nada se me ocurre, mi pensamiento
está jaqueado por una nube nerviosa y densa. A su vez no puedo tomarme
vacaciones de este estancamiento, porque del otro lado está el horror. Una idea
de último momento me otorga un aire de tranquilidad; poder convivir con el
horror sin que esto sea el horror al cuadrado.