domingo, 12 de mayo de 2013

Psicótico

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Mi modo de estudiar es caótico, las reglas de lo que estudio provienen de adentro de mí; voy de un texto a otro sin concluir ninguno pero hilvanándolos al modo en que la araña teje su red. Tengo la irresistible tentación de llamarme “genio”, pero sólo los hombres poderosos pueden llamarse a sí mismos genios. Mis estudios tienen un norte, pero ese norte es desconocido y/o a veces negado por el mundo que me rodea. A las personas como yo suelen llamarlas sicóticos; una especie de parásito que habita en medio del sistema productivo de los simplemente “neuróticos”. Pero de este lado las cosas se ven muy de otro modo, soy el que calma al doliente con su conocimiento y su piel, soy el que ve lo que otros celebrarán o llorarán. Estoy por encima y por debajo de aquél sistema productivo, en filosofía del lenguaje diría que soy el lenguaje y su contracara.
Padezco la maldición de Casandra, soy escupido en la boca por los dioses de nuestro tiempo, y esa esputación, que seguramente me he ganado, impide como a Casandra que mis conjeturas sean tenidas en cuenta. Un loco, un paria, un resentido, un egoísta, esos calificativos cosecho a diario como si cosechara caricias, yo me doy y ellos vienen a mí.
Por último quiero decir que la denominación de sicótico es justa; en una rudimentaria etimología de la palabra psicosis, que es la supuesta enfermedad que padece un sicótico, la terminación “-sis” viene del griego clásico y está relacionada con la  acción, y la palabra psique es la palabra con que los griegos designaban a lo que los Romanos denominan alma. Así que bien está dicho que ser un psicótico es padecer de la acción del alma, es decir, de las pasiones que desbordan y no admiten sosiego. Indeterminación, porfía, sorpresa, deslumbramiento, dolor, sufrimiento; son los contenidos de la vida de cualquiera de nosotros, los psicóticos.


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